jueves, 17 de junio de 2010

Al Final del Ocaso

Al Final del Ocaso

Las esquinas de las calles,

son tu aposento

y con un caminar lento,

esperas prontamente

el final de tu tiempo.


Hilos plateados

como manto

cubren tu cabeza.

Hilos que nacieron

hace mucho tiempo,

tu cuerpo cansado

con el paso del tiempo

luce encorvado.


Tu mirada agachada

y tu mirada perdida

hacia el lugar

donde un día fuiste sacado.

Porque polvo eres y polvo volverás.

Porque para hoy no hay nada,

sólo recuerdos de una vida pasada,

cuando tu imagen

adornaba el centro de un hogar,

de una familia, ahora llanto

es tu imagen en el viento

sin música, sin amor,

sin calor que te acompañe,

acompañado únicamente

de tu sombra enlutada.


Viviendo muy pobremente

de la misericordia de otros.

Misericordia que es un dinosaurio,

no por su tamaño

sino porque ya se ha extinguido,

misericordia que tiene olor

a fósil disecado.


Porque ahora

será esculpida tu imagen

para perpetuar tu angustia,

porque viendo no vemos,

cada día son más

que cada día vemos menos,

delante de estas figuras olvidadas

insensiblemente pasamos

sin practicar

lo que tanto hablamos.


Y que con el paso del tiempo,

el mismo tiempo

los ha olvidado.

Te acercas a ellos

y huelen a tristeza

a lágrimas e insomnio.


Y al terminar el día

hambrientos, sedientos

y temblando de frío,

su cuerpo débil

sobre una banqueta húmeda

se ha recostado

y atrapado en el frío,

el llanto, la tristeza,

la soledad y la angustia,

sus ojos para siempre

se han cerrado

y ninguna lágrima

se ha derramado

en tu sepulcro, ninguna flor

se ha colocado

porque al final del ocaso

de ti nadie

se ha recordado.


Autor: Dr. Juan de Dios Aceituno Véliz.




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